domingo, 10 de mayo de 2009

El saurismo del Peje



¿Apenas se dan cuenta? Ante la decisión del Peje de apoyar únicamente a los candidatos del PRD en el Defe –en los estados promueve el voto a favor del PT y Convergencia-, la Comisión Política del sol azteca ha decidido crear una comisión para evaluar la conveniencia de transmitir el spot que AMLO ha grabado para su difusión en la capital. El motivo: podría ser contraproducente.

Por lo visto, la capacidad de percepción del PRD es nula: eso es algo de lo que debieron darse cuenta desde la campaña presidencial para las elecciones de 2006. ¿Acaso ya se les olvidó que su superhéroe dejó escapar una ventaja de 14 puntos que tenía sobre Calderón? Señores, la pérdida de una ventaja tan ventajosa no obedece a los aciertos del rival sino a las propias pendejadas… y a las actitudes dinosáuricas de AMLO, como su mesianismo, su decisión de minimizar y descartar el apoyo que le podría haberle brindado Cuauhtémoc Cárdenas (se dice que medio millón de votos) o su resolución de privilegiar la postulación de sus adeptos en detrimento de los cuadros históricos del perredismo.

Aunado a esto, su querido Peje saboteó el excelente resultado electoral que obtuvo en esas elecciones, que bien manejado hubiera permitido consolidar al PRD como la segunda fuerza política en el país: ¿Quién no recuerda su plantón en Reforma, entre otras medidas, que provocó que muchos que votaron por él se arrepintieran? Y claro, el ganón de las estupideces de AMLO fue el PRIn-osaurismo, que gracias a la ceguera y la ambición sin freno del Peje resurgió de sus cenizas (no cual ave fénix sino como ave de rapiña). La lección de todo esto, perredistas, es que hay que designar líderes que realmente sean democráticos y no personajes que usan la democracia como un trampolín para saciar su sed de poder.

Una evaluación de nuestra democracia

Ahí va un dilema: ¿Cómo podemos evaluar el estado de nuestra democracia? Y aquí les va una pista: nomás hay que ver los deberes que encaran las autoridades electorales.

Tomemos como ejemplo el Estado de México. Ante el inicio de las campañas, los preparativos del Instituto Electoral local consisten en exigir al gobernador, el babysaurio Enrique Peña Nieto, y a los alcaldes que retiren su propagandas de las calles; enviar un documento a todas las autoridades para que suspendan la difusión de sus spots en diversos medios de comunicación; y organizar un ejército de 300 personas para monitorear las publicidad y vigilar que nadie rebase los topes de campaña.

Si se dan cuenta, todas son medidas preventivas ante eventuales violaciones a la ley electoral –mismas que siempre ocurren-, lo que constituye un indicativo del modo en que en nuestro país se hace la política y se conducen las campañas: es una cultura de pasar por encima de la ley. Y las evidencias saltan a la vista de todos en cada elección: los gobiernos se las arreglan para burlar la ley y que parte de su propaganda permanezca visible (como convencer a particulares de que coloquen anuncios de sus partidos en sus propiedades, casos en los que la autoridad electoral no tiene facultad para intervenir); se las apañan para difundir spots que “casualmente” se interpretan a favor de los candidatos de sus partidos mediante lemas engañosos; y rebasan, con creces, los topes de campaña. De hecho, el Instituto Electoral se ha acostumbrado a imponer multas a los partidos al final de cada elección por rebasar los citados topes.

La conclusión es contundente: a México todavía le falta camino por recorrer para que pueda contar con una democracia sólida y confiable.

Apenas es el comienzo

Empiezan las sacudidas. Con su libro Derecho de réplica, Carlos Ahumada está logrando crispar nervios y exaltar ánimos, dejando en evidencia la deficiente y deformada cultura política del país, producto de décadas de dinosaurismo desmedido.

En un rincón está el Peje: tras lanzar un “te lo dije” respecto a la existencia de un complot en su contra… arremete contra el IFE por ser el “empleadillo de esa mafia” que lo quiso sacar de la jugada. Tal crítica contra la autoridad electoral en un asunto en el que no estuvo involucrada sólo puede entenderse como parte de la estrategia de AMLO de desacreditar y debilitar al árbitro de los próximos comicios, actitud que mina de facto la democracia mexicana que tanto dice defender (siempre que convenga a sus ambiciones).

Enseguida tenemos las eternas contradicciones y desunión entre la dizque izquierda nacional: AMLO asegura que lo que dice Ahumada es creíble, pero la secretaria general perredista, Hortensia Aragón, considera que el empresario argentino carece de credibilidad e invita a los demás partidos a compartir esa opinión. Entonces, ¿en que quedamos? Ahumada, ¿tiene o no tiene credibilidad? Es lo de siempre: los políticos de izquierda –pero de raíces priístas- no son capaces de ponerse de acuerdo en nada. Y lo peor de todo es que esto apenas es el inicio, lo que prefigura unas elecciones calientitas, calientitas, dejando en claro la triste capacidad de nuestra clase política para transformar las elecciones en un lamentable espectáculo.